jueves, 3 de junio de 2010

Carta al Dios de Amor

Hola Dios:
Mejor dicho, buenas tarde Padre Nuestro que estás en los cielos.
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En realidad al dirigirme a tí se supone que debo hacerlo con humildad y respeto, incluso si fuese de rodillas sería mucho mejor.
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Solo que al recordar que cuando nos creaste tus palabras fueron:
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"Hagamos un hombre a nuestra imagen y semejanza", es que prefiero dirigirme a tí de pié, como lo hacen los hombres.
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Lógicamente lo haré con el debido respeto, lo más adecuado a tu posición.
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Pero dejándonos de vana palabrería, voy a ir directamente al meollo del asunto.
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Ya que con esta quiero hacerte llegar, (y espero que tu oficina de Correos esté abierta), y si lo está que por lo menos funcione, porque no sé, pero tengo la rara impresión de que mis cartas jamás llegan a tí.... y si lo hacen creo que tú... nunca las contestas.
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Llega a ser sarcástico el como has llevado el asunto de tu propósito para con los seres humanos.

Quien te resistió, quien se opuso a tí, jamás puso en duda tu poder, pero sí puso en duda tu forma de gobernar, incluso puso en duda el amor que dices tenerle a la humanidad.
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Si la justicia no está basada en la razón, en la piedad, entonces claramente no es justicia.
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Todos tus argumentos, dichos y hechos desde el principio de los tiempos, para mi, han llegado a resultar como estiércol.
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Te solazas en el dolor de mi hija, te regocija el saber como sufre, te regocija el saber de como le han aplastado su corazón, de como le han humillado su vida.
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Sencillamente.- Te has reído de ella. -
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Y solo porque en lo profundo de tu corazón, aún sufres el insoportable dolor de que al tuyo le hayan asesinado.

¿Dios de amor dices que eres?.
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¡Dios de venganza es lo que eres!.
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Tu dolor es nada comparado con el que le has hecho padecer a mi pequeño.
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La única diferencia es que tú, eres poderoso, y estamos irremediablemente en tus manos pero, ya te lo he dicho antes.
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¡No quiero vivir en tu Nueva Tierra, no me interesa.
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Con un Dios como tú, no vale la pena ni tan siquiera desear el amor, porque tu "amor" está lleno de dolor.
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Se que puedes estirar tu mano y eliminarme inmediatamente pero, ya no te temo, ya no siento ese amor por tí, ese que dices que hay que tenerte.
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Porque tu amor solo es dolor, solo se basa en la venganza, y aplastas a quien no puede defenderse.
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Has transgredido tus propias leyes, has transgredido tu propio amor.
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Tú.- Jamás me has escuchado, solamente me hacías creer que me oías.
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Recuerda que nada te pedía para mí.
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Solo te pedía que salvaguardaras el corazón de mi pequeña, pero te reíste de mí, te reíste de mi sinceridad, pero el que te rieras de mí no es nada comparado de como te reíste de mi pequeño tesoro.
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Has condenado a mi muchachita solo para satisfacer tu orgullo, y así paliar con tu venganza, el inmenso dolor que aún tienes.
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Ya no te pregunto qué es lo que hice yo para merecer esto, porque se que cada uno es responsable de sus acciones en esta vida, y cada uno debe responder individualmente por ellas.
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Pero tú sabes muy bien lo que he sido.- Padre y protector de mi pequeña hijita, por eso es que ya ni te pregunto el porqué has dejado que a mi pequeña le hayan torturado su corazón.
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¿Para qué preguntarte?. ¡Tú sabes muy bien la respuesta!. Tal como la se yo.
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Llena si quieres las galaxias de otras tierras, pon en ellas jardines del Edén con montes ríos y playas, promete si quieres todo lo que quieras que yo... no quiero ser parte de tu creación.
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Te vanaglorias de tu poder constantemente, y solo lo
utilizas para vengarte, vengarte en la inocencia de mi pequeña
muchachita.
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Has utilizado a perros disfrazados.
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Has utilizado a chacales a los que les has puesto toga y corbata.
Hienas con faldas de colores y tacones altos.
Solo para doblegar el corazón de mi hijita.
Y eso es lo que te ha dejado satisfecho.
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¡No!. Realmente aún no te satisfaces.
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Ese eres tú, un Dios que infunde temor y pavor, pero
solo sienten temor los que piensan en si mismos
solo sienten temor los que nunca han vivido.
solo sienten temor, aquellos que se arrastran lamiéndo los vómitos
de las hienas, que insatisfechas de deseos, viven llorándo.
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Tú sencillamente preparas el corazón del ser humano
solo para regocijarte en su destrucción, lloras aún por tu hijo culpán-
do a toda la humanidad, te vanaglorias teniéndome encarcelado,
creyéndo así que podrás doblegar mi amor por mi hijita.
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Pero conmigo, te has equivocado.
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Me mantuviste engañado, pero solo hasta que desperté
porque me dormí creyéndo en tus promesas y en tu amor, pero
cuando desperté, entonces supe cuales eran tus verdaderas
intenciones.
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Amor, paz bondad, benignidad,, apacibilidad, gran pa-
ciencia, fe, y no se cuantas "cualidades" más, esas que decías que
tenemos que cultivar, todas ellas, solo sirven para convertirnos en
esclavos mientras "esperamos" en tí.
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Pena me das, pero no la pena que se siente por alguien
que solo cometió un error.
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Sino la pena que se siente por alguien
que se supone que "sus obras son perfectas", y que se derrumba
no solo ante mi corazón, (porque yo no importo), sino que se derrumba
ante el corazón de mi pequeña muchachita.
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¿Poderoso tú?. Sí, es cierto
¿Amoroso tú?. Por favor--- si ya mi hija no te cree
¿No ves que ante su corazón, ya has caído del pedestal?.
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Pena me das, pero acá te digo, por mucho que hagas
sufrir a mi hija, por mucho que me aplastes con tu pesada mano,
seguiré con mi cabeza alta defendiéndola.
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Lanza contra mí a todas tus huestes, que seguro hay
muchos que desean servirte.
Recuerda que tienes miriádas de ellos,
que les basta que tú les des una señal para lanzarse como lobos
voraces a la yugular de mi pequeña, ya lo has hecho antes.
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¿No lo recuerdas?.
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A ellos les digo hoy también:

Nos habéis perseguido.
Nos habéis acechado.
Nos habéis acorralado.
Hasta que nos obligásteis a adentrarnos en el árido desierto
donde quema el sol, donde hasta los mismos escorpiones anhelan hincar en ellos
su propio aguijón para escapar de ese sol que quema las entrañas.
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Fuísteis con todas vuestras armas.
De acero vuestras armaduras eran.
Tensos vuestros arcos con las cuerdas de la ira, y vuestras flechas,
untadas en su punta con el veneno de la envidia.
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Vuestras alforjas, llenas con las monedas
de los traidores con las que pagáis porteadores que os guíen.
Váis calzados con las botas del que está acostumbrado a aplastar,
acompañados por vuestras concubinas que os lamen vuestros vómitos con los que se
alimentan las hienas.
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Seguros de vuestro triunfo íbais.
Aplastarnos queríais.
Según vosotros, "sería cosa de un segundo".
Pero tan seguro íbais, que no quisísteis llevar con vosotros el arma más importante,
y os adentrásteis en ese desierto, donde el sol es dueño y señor de la vida,
y nos habéis perseguido a mi pequeña y a mí hasta encarcelarnos.
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Las lágrimas que ruedan por las mejillas de mi muchachita
es el agua que nos hace sobrevivir, que nos mantiene con vida,
mientras vosotros, llenos de amargura, sorbéis a cada paso vuestro
llanto, que solo es sal reseca.
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Las lágrimas de mi hija, esa es el agua limpia y pura
que vosotros desechásteis.
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Adentraros... Adentraros, perseguídnos, pero no esperéis que
que las lágrimas de mi pequeño sean el agua que os mantenga
con vida.
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Vuestras corazas, cubiertas de soberbia, es con las que os
cubríais vuestros corazones.
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Sin embargo, os repito, se os olvidó el arma más importante,
la única que allí se necesitaba.
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Esa que nace desde el fondo de nuestro corazón, esa que
siempre da vida al que dice la verdad, pero que se convierte en amargo
ajenjo que roe las entrañas del que vive de la mentira.
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Adentraros más si queréis, os estamos esperándo, pero
recordad, teníais un pan sobre la mesa para compartir,
pero os habéis arrodillado bajo ella para pelear como perros hambrientos llenos de odio,
por las migajas que de ella caen.
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Vuestro negro corazón es un pan ennegrecido, sobre
el cual vertéis la harina blanca sacada del alma de los inocentes.
No sóis nada para mi hija y para mí.
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Y ahora a tí. ¡Oh Dios de "amor"!. Hoy te digo:
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Me causa pena tu herido corazón, mucho debes aún
estar sufriéndo por tu hijo asesinado, tanto, que no has soportado
que la mía pueda ser felíz.
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Esos son mis argumentos hoy, ¡Oh! Dios de amor.
¿Qué me importa ya, que tú prometas?.
¿De qué vale tu justicia, si no la has acompañado de amor?.
¡Tú!... Sigue llorándo por tu hijo.
que de la mía... Ya me ocupo yó.
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En mi corazón está el más profundo de los dolores,
ni el aliento de mi vida ya tiene la ilusión,
le han destrozado el alma estrujándo su corta vida,
y Dios que estaba mirándo... No quiso sentir dolor.
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Y Dios no quiso escuchar
es que estaba muy ocupado
llorándo sus propias penas
por su hijo asesinado.
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Hoy en esta celda oscura
hoy Dios... Ya no quiero tu ayuda
¡Tú!.
Poderoso Dios de amor
sigue llorándo tus penas,
que del llanto de mi hija....
ya me ocupo yo.
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Me despido de tí, deseándo que tu vida , no solo
sea larga, sino también placentera, y que algún día, quizás algún
día, logres el propósito que te prometiste.
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Puede como te digo, que quizás algún día lo hagas.
Y espero que sea cuando tu corazón se sane, se cure del dolor
que por tanto tiempo te ha causado el que hayan asesinado
a tu hijo, y que no permite ocuparte de sanar y de proteger
a quienes verdaderamente te necesitan.
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Pero por favor, cuando llegue ese momento, no
me salgas con las mismas preguntas
que le hiciste a ese hombre, al que dejaste que perdiera todo,
incluso a sus hijos.
(Un tal Job)
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Ya sé que después lo bendeciste con otros tantos hijos,
pero yo te pregunto:
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¿Y qué pasó con los primeros hijos?.
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¿Esos a los que dejaste abandonados a la maldad y merced de Satanás?.
Dime. ¿De qué valió restituir con otros hijos a los que
ese hombre perdió?.
Porque ese tal Job habrá amado mucho a estos segundos hijos, pero ¿y qué hay de los primeros?.
¿Acaso un hijo se reemplaza con otro, sin importar los sentimientos de ese hijo?.
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Quizás, al igual que Abel, la sangre de esos hijos claman
por justicia, pero.
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¿A quién clamarán por ella, si el que tenía que
hacerla los abandonó?.

En todo caso por favor, no me contestes a esta carta, (re-
cuerda que tú jamás has contestado a ninguna).
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Y otra cosa, puedes seguir rodeándome de hipócritas,
rastreros, arrogantes, mentirosos, desleales, traidores, pagados de si mismos.
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Que al
igual que todos esos que anteriormente me has mandado, por
mucho que lo han intentado, no han podido doblegar mi
corazón, y menos el de mi hijo, (es que llegan a ser ridículos).
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Y como final de esta carta, otra vez te digo:
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¡Tú! Poderoso dios de amor
ocúpate de tu hijo
que del llanto de la mía
ya me ocupo...Yó.
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Que tengas un felíz séptimo día.
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J.J.
J. Raúl Juré Álvarez