lunes, 26 de marzo de 2012

Mi puerta

Era un atrio de montes dorados,
lamidos por lenguas yertas,
tenía puertas de acero forjado,
todas cerradas, ninguna abierta.

En el centro un sepulcro blanqueado,
pintado con tiza negra,
me vigilaba con ojos hundidos,
indicándome cuál era la puerta.

Me instaba a llevar su nobleza,
sabiendo que era yo un caído,
dejando en la aldaba impresa
la marca de mi destino.

Nunca borraré el estigma
que es cicatriz de mi alma,
el no perdón adquirido
que revuelve mis entrañas.

Si hasta el odio se avergüenza,
y no me quiere en su nido,
teme que yo le robe
su negro oro fundido.

Veo pasar a la gente
y el como adornan sus miserias,
creyendo que con brillantes
las pueden hacer más bellas.

Retozando en los jardines
de hojas disecadas,
blandiendo sus sentimientos
como espadas afiladas.

Era un atrio de montes dorados,
lamidos por lenguas yertas,
pobre del alma mía
que ya no encuentra la puerta.

Y en esta noche sola
cuando las nubes se atragantan
en mi garganta enrojecida
cuando el aire que respiro
es la asfixia de mi vida
hoy....
hoy otra vez quiero.....
si quiero hoy...  sentir que muero

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